Tendencias en la enseñanza actual
Describimos una tendencia como la forma en que se desarrolla una situación. Desde el COVID-19, las escuelas de idiomas han tenido que adaptar sus estilos de enseñanza. El tamaño de las aulas se ha vuelto más pequeño para permitir distancias de 2 metros entre los escritorios y los estudiantes están obligados a usar mascarillas y lavarse las manos con frecuencia con gel hidroalcoholico.
Recientemente tuve que hacer exámenes orales y me pareció un desafío evaluar lo que el estudiante estaba diciendo debajo de su mascarilla. La voz sonaba amortiguada e inaudible. Necesitaba mucha paciencia y tuve que pedir a los estudiantes en numerosas ocasiones que repitieran lo que estaban diciendo. No hace falta decir que fue una tarea onerosa para ellos y para mí por igual.
Cuando enseño, me doy cuenta de que casi necesito gritar para hacerme oír debajo de mi mascarilla. Mi voz sin mascarilla es clara y por lo general no tengo ninguna dificultad para ser entendido, así que esta es la primera vez para mí. Tengo una botella grande de desinfectante de manos en mi escritorio que uso con frecuencia para dar un ejemplo a los estudiantes. Exijo que lo usen después de que me entreguen físicamente su tarea. La escuela ha montado una pantalla protectora transparente en mi escritorio donde los estudiantes pueden observarme sin riesgo de infección.
Mi voz cuando llego a casa después del trabajo suele ser ronca y necesito tomar pastillas para calmar mi garganta. Un cambio más para mí. Compré una bolsa especialmente diseñada con divisores alfabéticos para poner los cuadernos de copia y saco uno a la vez cuando estoy corrigiendo. Parece estar muchos años detrás desde que apilé montones de libros de texto en mi escritorio. Los informes escolares también se archivan por separado, y tengo cuidado de desinfectar mis manos después de tocar cada uno.
También he notado que hay menos espontaneidad en el aula. Los estudiantes desconfían de acercarse a mí si tienen una pregunta. En cambio, levantan las manos y preguntan desde sus escritorios. Mi rutina de caminar por el aula para verificar el progreso de los estudiantes se ha detenido. Ahora me quedo en mi silla y solo me levanto cuando necesito escribir o explicar un tema en la pizarra.
El trabajo en pareja y el trabajo en grupo ahora deben estar a una distancia de dos metros con el uso constante de gel de manos si se pasan notas. Ya no hay ninguna provisión de bolígrafos, lápices, gomas o sacapuntas, ya que cada estudiante está obligado a comprar los suyos y llevarlos a clase todos los días. Los libros de copia y los programas de estudio son comprados por los padres y no se les permite compartir entre los estudiantes.
Los juegos que forman parte del mundo de la enseñanza están restringidos. Los juegos de mesa que necesitan dados ya no están permitidos. Si quiero jugar al bingo como forma de enseñar números, preparo previamente una hoja de números para cada alumno que deben descartar después. Si uso juegos de cartas para enseñar vocabulario, también necesito preparar un conjunto individual con anticipación.
Teniendo en cuenta estas tendencias, he descubierto que necesito invertir más tiempo en la preparación de materiales que antes de COVID-19. Atrás quedaron los días de la improvisación. Un maestro sin amplia preparación hoy fracasará.